jueves, 20 de diciembre de 2007

La tormenta que nunca llegó a Canarias y el cuento del lobo

Andan jugando con fuego nuestros dirigentes; empieza a ser habitual de un tiempo a esta parte que los (ir)responsables de seguridad y emergencias manejen aleatoriamente las declaraciones de alerta sin que nadie tenga dos dedos de frente como para plantearse lo que una cosa de este tipo significa.

Es curiosa la secuencia que se viene dando en los últimos años. Primero sucede un evento meteorológico importante del que no se entera nadie ni avisan a tiempo (las lluvias en Santa Cruz de Tenerife hace unos años, el Delta o las lluvias de hace dos semanas en Las Palmas de Gran Canaria). Ante semejante metida de gamba, a partir de ahí durante un par de meses, cada vez que hay previsión de que caigan dos gotas, se cierra toda la actividad y listo. Mejor prevenir que curar. Y tan contentos.

Pasamos casi 36 horas en alerta. Sin colegios. Con la universidad cerrada. Con padres que tuvieron que hacer auténticos malabarismos para atender a sus hijos. Con educación que no se impartió. Con actividad económica paralizada. Siendo titular negativo de todas las noticias a nivel nacional. Asustando a los potenciales turistas. ¿Y qué paso? Nada de nada. Algo de lluvia (poca y sosegada), algo de viento e, incluso, algo de sol.

Vayamos por partes. El tema educativo. Canarias no pidió que se hiciera un análisis exclusivo para la región del Informe PISA, ese que dice que España va muy mal en comprensión lectora y esas cosas; según parece por lo mucho que costaba. Yo más bien diría porque sabían que los resultados iban a sonrojar a más de uno. Pero claro, como vamos tan bien, pues suspendemos las clases cada dos por tres. ¿Cuál va a ser la dinámica a partir de ahora? ¿Suspender las clases cada vez que llueve? ¿Para qué le compré a mi hija el chubasquero del uniforme si nunca lo va a poder usar? ¿Qué mensaje transmitimos a los niños que ayer estaban en casa contemplando un cielo soleado, con qué valores los estamos educando?

El tema de la producción económica en la región. No sé si alguien se habrá parado a analizarlo, pero cada vez que se suspenden las clases, cuestión que acaba afectando a todos los niveles educativos, incluída la Universidad, el efecto sobre el PIB de la región es demoledor. Padres que tienen que dejar de trabajar, gente que no sale a la calle por miedo a lo que pueda caer, en definitiva una economía que no se mueve.

El tema turístico. ¿Se imaginan la imagen que se le ha quedado a los peninsulares, y puede que a más de un nórdico, oyendo las predicciones de catástrofe meteorológica en todos los telediarios y en la radio? Si ustedes estuvieran planificando sus vacaciones de Navidad en Canarias, ¿seguirían adelante?

¿De verdad se pueden manejar tan a la ligera las alertas? ¿Está justificado que cada vez que parece que vayan a caer dos gotas se genere una alarma injustificada? Si de verdad se considera que hay riesgo para la población, ¿por qué no se cierra toda la actividad? O es que mandar a los niños a casa queda bien y parece que se ha cumplido. ¿Hasta cuando este disparate?

Por último, ¿ustedes creen que después del sol que se vio ayer en Gran Canaria la próxima vez que haya una alerta la gente se lo va a tomar en serio? ¿Es que nuestros dirigentes no leyeron de pequeños el cuento del pastor y el lobo?

¿Para cuándo un cese de algún responsable del Gobierno de Canarias o del Instituto Nacional de Meteorología?

5 comentarios:

Jose Frechín dijo...

Está clarísimo, como decían el otro día en Mucho Mal Rollo:

...antes nunca se alertaba y ahora se alerta siempre que se acerca una nube, por pequeña que sea, consiguiendo el mismo efecto...

Jose Frechín dijo...

Hay otra cuestión interesante en este asunto, en Tenerife cada vez que llueve, el tranvía deja de funcionar durante 4 horas, que es el tiempo que tardan en achicar el agua en dos puntos muy concretos donde se forman charcos.

De tal manera que actualmente cuando llueve, aunque sea poco, los usuarios del tranvía vuelven a sus coches, por miedo a quedar atrapados. Y se produce un efecto rebote en el tráfico.

Lo del tranvía es un ejemplo, aunque hay muchos más, de que el desarrollo de las infraestructuras se ha cimentado en seco, sin preveer cualquier tipo de inclemencia meteorológica.

Anónimo dijo...

Sí señor, una vez más das en el clavo. Aunque me dé mucha pena reconocerlo es bien cierto (y cada vez se demuestra más, con acciones como las que comentas) que: 1. en Canarias no abundan ni mucho menos los dirigentes con sentido común, y 2. sí sobran los ciudadanos que con tal de no dar ni un palo al agua respaldan y defienden cualquier iniciativa que suponga no trabajar pero sí cobrar...

Anónimo dijo...

Sin dejar de dar parte de razón en lo comentado por usted, le aseguro que en la isla de El Hierro, SÍ nos lo tomamos en serio lo de las alertas, y es más, no nos molestan. Gracias precisamente a ese exceso de previsión y contradicciendo todos los "informes y previsiones" del Instituto de Meteorología que decía que el "Delta" no llegaría, se adoptaron medidas preventivas que salvaron vidas. "Se recomendó" no mandar los niños al colegio (la consejería pensaría como usted).
¿Que hubiera pasado si ese día, en el Hierro, luce el sol en vez de sufrir la mayor lluvia torrencial que se recuerda?

Jose Frechín dijo...

Para mi el problema está claro, cuando las alertas son constantes y exageradas, se consigue el efecto contrario al buscado, esto es, que de tanta alarma falsa o desmesurada se pierda la credibilidad y no se tomen medidas por parte de la población.