miércoles, 12 de enero de 2005

Lo complejo que es imitar al ser humano


Hay cosas que a los humanos nos resultan obvias. Por eso, cuando diseñamos sistemas de información y sistemas informáticos, debemos ser especialmente cuidadosos en darnos cuenta de estas cosas, de forma que los sistemas resultantes tengan, aunque sea, un mínimo de inteligencia.

Viene esto a cuento de que, cuando uno va al teatro, normalmente se sabe que donde mejor se ve no es, precisamente, en la primera fila, aunque esté más cerca que la sexta. Es de sobra conocido que un poco más atrás, con algo de perspectiva, la visión es mucho mejor. Pero claro, si implementamos un algoritmo que se limita a barrer secuencialmente la base de datos sin reglas inteligentes, sucede lo que se ve arriba.

Vas a El Corte Inglés, seleccionas una obra, un día, un tipo de entrada y el sistema te asigna siempre la fila 1, asientos 2 y 4 (que, por otra parte y, como es lógico, están siempre libres, son de las últimas en llenarse). Y además, se vanagloria de que te ha encontrado las mejores localidades. Por cierto, incluyen una opción para seleccionar otras localidades, pero es errónea como concepto, pues nos devuelve a la pantalla de selección de zona (patio de butacas, anfiteatro), no es que nos de otras localidades en la misma zona que hemos pedido.

En cambio si vas físicamente a El Corte Inglés, tienes un mapa interactivo y seleccionas lo que quieres. Curiosamente, el llenado de butacas siempre comienza a partir de la fila 6 y se extiende como una mancha a su alrededor. Pero el sistema es incapaz de entender esta cuestión.

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