miércoles, 13 de febrero de 2008

Falsos culichicheos, aduanas, proteccionismo y la competitividad de las naciones

El diálogo que reproduzco a continuación es es rigurosamente falso; aunque el que me lo dijo asegura que es cierto, yo sé que es totalmente falso. Dos empresarios canarios hablando :

[...]
- Voy a empezar a fabricar el producto XYZ dentro de poco
- Pues avisa si quieres que retoquemos el AIEM para gravar a los que intenten importar ese tipo de productos y así te quitas de encima la competencia
[...]
Justo al hilo de este pequeño diálogo, el otro día estaba leyendo un ensayo de Stephane Garelli, profesor del IMD y director del World Competitiveness Project; el ensayo se titula "Competitiveness of Nations: The fundamentals". Entre otras cuestiones, el profesor Garelli cuenta lo siguiente (traduzco libremente):
[...] Las naciones compiten porque los mercados mundiales están abiertos. ¿Por qué accedieron finalmente los países a reducir las barreras, al menos por razones comerciales? La respuesta probablemente esté en lo sucedido después de la Gran Depresión. Muchos académicos, especialmente J.M. Keynes, mostraron que la ralentización de 1929 condujo a una depresión mundial en los años 30 porque las naciones adoptaron políticas proteccionistas.

Para evitar que una situación de este tipo se volviera a dar, el acuerdo de Bretton Woods de 1944, buscó liberalizar el comercio internacional. Hoy en día, las tasas sobre los bienes son de menos del 4% entre los miembros de la Organización Mundial de Comercio.[...]
¿Qué puede ocurrir a largo plazo con una economía en la cual no sólo hay políticas proteccionistas sobre las empresas locales sino que además esta protección se realiza "a la carta"? ¿Qué estímulo hay hacia la competitividad? Acudamos a otro académico, en este caso a Xavier Sala-i-Martí, de la Universidad de Columbia y lo que nos cuenta en su artículo "¿Localista o cosmopolita?":

Finalmente está el imparable aumento del poder del sector público que regula hasta los más recónditos rincones de nuestras vidas. En nuestro país, el poder político decide desde quién puede fusionarse hasta quien ocupa espacio radiofónico, pasando por si se recalifican o no unos terrenos, a quien van las subvenciones, a quien otorga contratos millonarios, quien se traslada a qué terminal o quien obtiene una concesión o una licencia. Es decir, la enorme y creciente regulación permite a políticos y funcionarios decidir qué empresas ganan o pierden dinero. La lógica consecuencia es que los empresarios se preocupan más por buscar el favor político que por ser creativo, innovador y productivo. Se preocupan más por controlar el entorno inmediato que por entender las fuerzas que afectan los mercados mundiales. Y así, los consejos de administración se llenan de personajes políticamente conectados que pueden conseguir favores de las administraciones y no de personas preparadas, con ideas y visión global. ¿Consecuencia?: los enormes tentáculos del poder político abrazan hasta la asfixia al empresariado y hacen que cada día sea más localista y menos cosmopolita.
De todas formas tiene guasa la cosa. Xavier Sala-i-Martí acusa a la sociedad catalana de localista. Si se le ocurre pasar por Canarias, le da un patatús nada más pisar el aeropuerto... O quizás es que cuando escribió el artículo lo hizo pensando en Canarias en vez de en Cataluña.

En cualquier caso, juntemos los tres elementos expuestos arriba. Gobiernos que controlan todo lo que se mueve en su territorio. Gobiernos que en vez de tender al minimalismo se expanden como la lava hasta cubrirlo todo. Empresarios que viven cómodos en ese contexto y que conocen qué teclas tocar del río de lava para que proteja adecuadamente sus inversiones. Papá Europa que suelta miles de millones de euros anualmente por aquello de que Canarias está lejos.

Resultado: competitividad tendente a cero. Precios que aumentan por encima de lo políticamente correcto. Baja productividad. Ciudadanos que, a pesar creer que viven en el siglo XXI, no pueden acceder a los bienes y servicios que hay disponibles para cualquier ciudadano europeo, incluso de la Europa del Este. Mejor no sigo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magistral. ¿Se lo mandamos al tito Paulino a ver si se da por aludido?
hbg

HGC dijo...

La culpa de que esto ocurra al final la tiene el ciudadano de a pie, el consumidor, que no ejerce su poder para hacer cambiar las cosas...los españoles, y los canarios más, somos unos conformistas que nos "tragamos" todo lo que nos dicen...si protestáramos más y no dejáramos pasar una ya veríamos...claro que si después a nivel individual cada uno actúa de igual forma...(buscando "enchufes" para que sus hijos trabajen en un sitio cómodo, tratando de beneficiarnos de políticas sociales destinadas a sectores a los que no pertenecemos, maquillando nuestra renta o empadrodándonos en casa de un amigo para que nuestros niños entren en el colegio que queremos, pidiendo favores a los conocidos que trabajan en organismos públicos para ahorrarnos tiempo y dinero... etcetc)...la cultura, nuestra cultura...es así de pícara...a todos los niveles...así que "ajo y agua"...