jueves, 24 de agosto de 2006

GoEar, el YouTube de la música

Acabo de entrar en GoEar, el que se supone que es el equivalente de YouTube para la música y el tema tiene pinta bastante buena. Un sitio donde puedes subir todos los MP3 que quieras y en el cual después todos los pueden oir. En teoría no te puedes bajar el tema al PC pero, obviamente, ya hay quien ha preparado algún parche para que sí te lo puedas bajar.

Hubiera pensado que iban a ser muy estrictos con qué se sube y qué no, pero por ahora he buscado unas cuantas cosas de artistas relativamente "de moda" (shakira, coti, p.e.) y me he encontrado sus canciones disponibles, no sé cómo irá el tema del copyright, tan importante estos días.

(vía IBLNews)

martes, 22 de agosto de 2006

Penoso Correos

Después de mucho tiempo con la suerte de no haber tenido que pasar por una oficina de Correos, ayer me vi obligado a ir a una de ellas para enviar un paquete. La sensación inicial no pudo ser peor: una cola inmensa, un calor espantoso, gente esperando para pagar recibos en la misma cola que gente que iba a enviar cartas y todos atendidos por la misma gente, a pesar de que, en teoría son ventanillas separadas y una media hora para que me atendieran.

Como utilicé uno de los teóricos productos estrella de Correos (Postal Express), me indicaron que me daban un código de seguimiento con el cual a través de Internet podría saber cómo y dónde estaba mi envío. Impresionado me quedé con el alarde de modernidad. Esperaba impaciente a hoy para entrar y ver cómo iba mi envío, convencido de que, por la mañana, me diría que ya estaba en destino pendiente de entrega y luego a media mañana me diría algo así como que ya había sido enviado o que el cartero ya había pasado y no había podido hacer la entrega pero que lo intentaría de nuevo o algo por el estilo. Mi gozo en un pozo. Desde que he puesto el código que me dieron, el sistema de Correos me responde con un lacónico...

El estado actual de su envío es el siguiente:
Fecha: 22/08/2006
Descripción: El envío ha sido registrado en alguno de nuestros procesos, encontrándose dentro de nuestra red logística.
Estado: En tránsito.
Dicho de otra forma. Tenemos registrado un envío con dicho número (a lo mejor ponen esto para todos los envíos) pero no tenemos ni idea de dónde está, a dónde va, ni cuándo se entregará. ¿Me aporta esto alguna información que yo no supiera ya, es decir, que mi paquete lo tiene Correos y que, con suerte, algún día lo entregarán? Luego se quejarán de que la gente no use Correos y no mande cartas.

P.D.: Y todo eso, sin contar con el hecho de que por mi casa el cartero tiene la desfachatez de pasar ¡¡¡1 VEZ A LA SEMANA!!!

lunes, 7 de agosto de 2006

Japon (IV). Buenos niveles de empleo en la sociedad de la información.

Un post un poco largo y sin demasiada fundamentación científica, muy de época de verano.

El primer contacto que uno tiene con un país como Japón puede ser tremendamente significativo de un posible camino para combinar dos paradigmas que, hasta ahora, podían parecer antagónicos: el de la sociedad de la información en las cuales las tecnologías de la información y las comunicaciones realizan todas las tareas repetitivas y el de relativo a mantener un alto nivel de empleo.

En efecto, cuando uno llega al aeropuerto de Narita en Tokio se encuentra con una situación a mi juicio paradójica. Las maletas no caen en la cinta como en la mayoría de las partes del mundo, libremente digamos, sino que hay un sistema que hace que las maletas solo caigan al carrusel cuando detecta que en el mismo hay un hueco. Es decir, impide la situación que todos hemos visto más que frecuentemente en muchos aeropuertos de maletas que caen encima de otras maletas y acaban montando un lío impresionante. Claro, que esto tiene un problema. Según van cayendo las maletas al carrusel de forma desordenada, y en espera de que los propietarios de las mismas las vayan retirando, puede llegarse a una situación en que el mismo esté casi lleno, con lo cual dejarían de aparecer nuevas maletas. ¿Qué solución han elegido en Tokio? Pues tener a un mozo que coge las maletas que van llegando y las va colocando de forma ordenada para que ocupen el menor espacio posible. De esta forma, se maximizan los huecos libres y siempre caben más maletas nuevas.

Como vemos, una situación de caos inicial (maletas que caían unas encimas de otras) ha sido resuelta con el uso de las TIC (sistema detector de huecos en el carrusel) y esta solución TIC ha sido mejorada mediante el empleo de fuerza humana (el ordenanza que coloca las cosas). Claro, seguro que alguno se preguntará si no hubiera sido mejor que directamente el ordenanza colocara bien las maletas en el sistema original ahorrándonos el uso de las TIC, pero esa es otra cuestión que no vamos a tratar ahora.

El tema importante es que a medida que uno se desplaza por Japón descubre que la combinación de uso intensivo de tecnologías en todos los ámbitos de la vida con el hecho de incrementar el servicio que se da al cliente a base de tener personal para todo permite combinar el cumplimiento de los dos paradigmas antes citados.

Es obvio que hay un ligero defecto en el sistema. Todo es más caro, pues lo que antes era un servicio básico económico ahora se convierte en un servicio relativamente caro por la combinación de las TIC y de las personas.

El modelo japonés es claro. Sustituimos a los vendedores de billetes de metro por máquinas que dispensan los mismos, pero a cambio, en cada estación tenemos personas que ayudan a los pasajeros, especialmente a los extranjeros, a aclararse. Es obvio decir que, aunque en cantidades muy pequeñas, el sueldo de estas personas que nos ayudan en las estaciones se repercute en el precio de cada pasaje de metro que compramos en Tokio.

¿Puede ser el de Japón el modelo a seguir en esta sociedad occidental? Es una de las grandes preguntas que habrá que resolver en los próximos años. Pero, en principio, la base no es descabellada: sustutiyo a las personas que hacen tareas repetitivas por máquinas y empleo a las personas en mejorar el nivel de servicio.

viernes, 4 de agosto de 2006

¡Blogpleaños feliz!

Me autofelicito por los 2 años de blog que hoy se cumplen. En efecto, este blog comenzó su andadura justamente el 4 de agosto de 2004, hace ahora dos años. Aprovecharé para una breve evaluación.

Posts. En este año he puesto 230 posts aproximadamente. Esto sale a una media de uno cada tres días más o menos. Hay que considerar que trato de publicar como máximo un post al día, siempre que haya algo interesante, claro está y que no publico ni fines de semana, ni cuando estoy de viaje ni cuando estoy de vacaciones. Es decir, que parece que soy relativamente regular en la publicación.

Los temas. En general, casi siempre hay cosas de las que escribir, suelo incluso tener varios posts pendientes de escribir, pero también es verdad que hay épocas en las que, realmente, me da la sensación de que todo lo que pasa ya ha pasado y no aporta nada nuevo. Pepito despide a X mil empleados. Juanito y Luisito se fusionan para crear la mayor red de ajedrecistas on line. Y cosas por el estilo.

Lectores. Aunque tengo constancia de que son miles de millones las personas que leen este blog, quizás debería hacer algún pequeño esfuercito adicional de autoventa, aunque no lo tengo muy claro. Como decía una vez Ricardo Galli en una entrevista que le hicieron en El País, me da mosca eso de decirle a mis alumnos que este es mi blog y que se conecten por narices. Más bien les digo que es el blog y que si les apetece pasar por allí, que pasen y listo.

Razones. Si, realmente, son pocos los lectores, ¿para qué el blog? Primero como terapia. Me encanta escribir y el blog es genial para eso. Posts cortos, rápidos, sobre temas que me interesan. Segundo, como memoria histórica. En vez de del.icio.us y 50 sitios más para guardar todo lo que veo interesante, lo guardo en un post en el blog y cuando me haga falta, allí estará. Si, además, le sirve a alguien más, pues tanto mejor.

Nada más, a ver cuántos años más dura este blog.

jueves, 3 de agosto de 2006

Japón (III). El silencio

¿Se imaginan pasear por la avenida más comercial de su ciudad en hora punta y ser capaces de mantener una conversación con un tono de voz similar al que utilizarían en una habitación silenciosa? ¿Se imaginan pasar 10 días en un país y no oír una sola bocina de un coche en ese tiempo? ¿Se imaginan ir por la calle oyendo la suave música de los establecimientos por los que van pasando? Seguro que no. Pues en Japón es posible. A veces, en medio de la arteria más congestionada de Ginza, un distrito comercial de Tokio, en hora punta, le da a uno la sensación de estar en medio de un parque desierto en domingo. Porque, a pesar de las riadas de personas y coches que nos rodean, no se oye nada. Nada de nada. Alguna moto que pasa ocasionalmente y nada más. ¿No parece increíble?

miércoles, 2 de agosto de 2006

Japón (II). Tokio no existe

Tokio no existe. Cuan curioso resulta el hecho de que un país como Japón, en el que la precisión es un forma de vida, hasta el punto de que el metro tiene unos horarios predefinidos que se cumplen inexorablemente, hasta el punto de que la gente que espera ese mismo metro hace cola en el lugar en el cual se va a abrir el vagón, haya cometido tan craso error en la definición de su capital. Porque, en realidad, Tokio no es más que una suma de barrios. Claro, todas las ciudades lo son, se podrá decir. Barrios más cercanos a la zona centro y barrios más lejanos de la misma. Chamberí en Madrid, Gracia en Barcelona o Triana en Las Palmas. Pero ocurre que en Tokio la situación no es la misma.

En realidad, en Tokio lo que hay es una suma de barrios que comparten unas infraestructuras comunes de transporte y de servicios. Pero cada barrio es completo en sí mismo. Dentro de su especialidad, cada barrio tiene un centro, unas avenidas principales en las cuales se encuentran los rascacielos de dichos barrios y detrás de los cuales se encuentran casas de dos o tres pisos y cientos de restaurantes. Shibuya, Shinjuku, Omotesando, Ginza o Akasaka cumplen todos ellos estas características. Esta es la razón por la cual no existe centro de Tokio (downtown que dicen los ingleses), sino que Tokio tiene muchos centros. Y es la razón por la cual la ciudad puede parecer, en ocasiones caótica, dado que no permite una lectura sencilla; ni permite ver desde lo alto de uno de sus rascacielos otra zona de rascacielos, como sucede en Nueva York; más bien la vista es de rascacielos por todos lados, dispersos. Ahora bien, cuando una la empieza a conocer, se da cuenta que esta desestructura facilita en gran medida la comunicación, la circulación y una relativa independencia entre zonas.

Y así, se entiende que nadie se alcare cuántos habitantes tiene realmente Tokio. Porque, poco a poco, Tokio va fagocitando barrios que le rodean hasta convertirse, según algunas estadísticas, en la metrópoli/megapoli más poblada del mundo, con cifras de hasta 30 millones de habitantes.

martes, 1 de agosto de 2006

Japón. Primeras impresiones (I)

Recién vuelto de Japón, de asistir a las sesiones de trabajo ITEM 2006 del grupo 3.7, Information Technology for Education Management perteneciente a la IFIP (International Federation for Information Processing), unas primeras impresiones de Japón para ir abriendo boca y que completaré con otros posts en próximos días.

En primer lugar, la cortesía, ubicua allá donde uno vaya en Japón. No existen las malas caras en el servicio al cliente, sólo la amabilidad hasta el máximo extremo, el respeto absoluto, lo cual redunda en un nivel de servicio altísimo, difícil de superar. Todo ello, sin la posibilidad siquiera de dar propinas, pues, como los propios japoneses explican, el buen servicio sale del corazón y no debe ser retribuido.

En segundo lugar, la adecuada unión entre las tecnologías y el empleo, de forma que la tasa de paro en Japón no supera el 5%. Por ser un punto excesivamente largo de desarrollar ahora, lo dejaré para un post de próximos días.

En tercer lugar, el verde. Sorprende ver que en un territorio limitado como es la isla en que se encuentra Japón, con una altísima densidad de población se ha conseguido respetar el territorio de las zonas verdes, incluso en el propio Tokio con sus 20 millones de habitantes. Toda una lección a todos aquellos que dicen que en Canarias la presión demográfica justifica cualquier abuso hacia la ecología.

En cuarto lugar, el orden y la lógica aplicada a las cosas más sencillas. Un ejemplo: las salidas de las estaciones de metro se encuentran numeradas. Quedar con alguien se convierte en una trivialidad: en la salida A1 de la estación de Omotesando. Y listo.

(continuará, por supuesto).