jueves, 27 de diciembre de 2007

[Crítica de libro] Cómo hacer que funcione la globalización


Título: Cómo hacer que funcione la globalización
Autor: Joseph E. Stiglitz, Nobel de Economía 2001, ex vicepresidente del Banco Mundial
Título original: Making Globalization Work

Calificación global: 9/10
Calidad de redacción/Facilidad de lectura: 8/10

¿Recomiendo la compra?: Absolutamente.
Crítica: Sorprende ver a un Nobel de Economía y ex-vicepresidente del Banco Mundial hablar de forma tan clara del tema de la globalización. Que nadie espere encontrar en este libro un canto liberal pro-globalización, pero tampoco una detracción del fenómeno. El libro trata de analizar el proceso de forma pausada y objetiva, en la medida de lo posible.

El planteamiento del libro es claro. Actualmente, la globalización no se está gestionando adecuadamente. Las ayudas al desarrollo están sirviendo para poco, se están usando en función de lo que necesita el primer mundo y no de lo que realmente requieren los países que la reciben. Los organismos internacionales no están funcionando correctamente. Por ello, la globalización está empeorando el mundo en vez de mejorarlo. Pero es posible rectificar el rumbo y aprovechar la globalización en sentido positivo.

El estilo de redacción es claro y conciso, exponiendo en cada capítulo la situación en un tema concreto (comercio, patentes, corporaciones, etc.) y luego aportando al final del mismo una serie de elementos a modo de receta para resolver el problema.

Sólo dos críticas negativas. Por un lado, el que en el lado de los países menos desarrollados haya una cierta obsesión los dos extremos: por la India y China, en la parte superior y por los que están a la cola del PIB mundial. Pero que haya un cierto olvido a referenciar los casos de Latinoamérica en general y de determinadas zonas de África que han iniciado un lento despegue y que quizás puedan servir como modelo del camino a seguir. Por el otro, el que las propuestas realizadas sean, en ocasiones, demasiado idealistas pero muy complejas de implementar realmente (por ejemplo, todas las que hacen referencia a reformas en los organismos internacionales). Debido a ello, parte del libro se queda en un cierto brindis al sol.

Independientemente de estos dos detalles, en general, un libro más que recomendable para todos aquellos que están tanto a favor como en contra de la globalización y/o del libre mercado. Desde luego, la autoridad del autor es suficiente para justificar su lectura.

Resumen: Por capítulos:

  1. Otro mundo es posible – La globalización no tiene por qué ser buena para unos países (los más desarrollados + China y, en algunos aspectos, India) y mala para otros (los menos desarrollados); es posible lograr un equilibrio. Pero la actual gestión e implementación de la globalización no está haciendo otra cosa que ampliar la distancia.
  2. La promesa del desarrollo – Desparecido el comunismo, hoy en día quedan dos grandes escuelas de pensamiento económico: la liberal y la del estado intervencionista. A su juicio, está segunda es la válida, la que puede impulsar el estado del bienestar, la que puede ayudar a gestionar la globalización. Es la aplicada en el este asiático que ha llevado al buen camino. El liberalismo aplicado en Latinoamérica, por el contrario, ha fracasado. Las nuevas tecnologías y la globalización aplanan el mundo para quien tiene acceso a estas NTIC y a la globalización; pero para África, lo que está sucediendo es que el mundo cada vez es menos plano. Por ello, es fundamental intentar nivelar el terreno para dar igualdad de oportunidades.
  3. Cómo hacer que el comercio sea justo – La liberalización comercial no es simétrica, no todos los países la pueden aprovechar igual. Suele haber elementos ratifícales que crean asimetrías. Además, incluso en un país hay quien sale perjudicado (p.e. por la pérdida de empleos). Los aranceles proteccionistas a las industrias y países en desarrollo son necesarios. Es posible crear un sistema comercial justo para todos. Primero, ser permisivos con los países pobres: permitirles el libre comercio hacia los países ricos sin exigir reciprocidad; permitirles proteger sus industrias libremente. Segundo abrir los mercados agrícolas eliminando previamente las subvenciones a la explotación en los países ricos, especialmente las que van a parar a las grandes corporaciones. Tercero, modificar los aranceles para no perjudicar a los más pobres. Cuarto, permitir la libre circulación no sólo de los servicios que exigen un elevado grado de cualificación, sino también de los de baja cualificación (p.e. construcción). Quinto, incluir otro tipo de barreras no arancelarias. Sexto, reducir los acuerdos bilaterales y, en general, aquellos en los que están presentes pocos países. Séptimo, realizar una serie de reformas en las instituciones internacionales para permitir todo lo anterior.
  4. Patentes, beneficios y personas – En una sociedad poco amante de los monopolios, los derechos de propiedad intelectual lo que buscan es, precisamente, crear monopolios (i.e. caso farmacéutico). Y esto, al final, disminuye la innovación de los pequeños a favor de los grandes. En general, los mayores investigadores (las universidades) no tienen mayor interés en las patentes. Si es saber es de dominio público se aumenta la innovación (Linux). Solución. Primero, adaptar los mecanismos de propiedad intelectual a las necesidades de los países en vías de desarrollo. Segundo, acceso universal a los medicamentos. Tercero, detener la biopiratería. Cuarto, reformar la WIPO para que tenga en cuenta a los países y empresas menos desarrollados antes de conceder una patente.
  5. Acabar con la maldición de los recursos – Hay muchos países en vías de desarrollo que son ricos en recursos naturales que progresan muy mal a pesar de ello (Azerbaiyan, Nigeria, Venezuela, Arabia Saudí). La primera causa es que para llegar al poder se ha usado la violencia, necesitando posteriormente usar los recursos para comprar más violencia que permita al dictador mantenerse en el mismo. Para romper con esta dinámica se deben dar una serie de factores. Primero, que obtengan por sus recursos lo que realmente valgan. Segundo, tienen que gastar bien el dinero obtenido, sin despilfarrarlo. Tercero, manejar el mal holandés (si obtienen dólares de la venta de recursos, sube el valor de la moneda, lo que perjudica las ventas en el exterior de todo aquello no cercano a los recursos principales); para ello, hay que evitar cambiar todo lo vendido y aprovechar para ahorrar. Soluciones desde el punto de vista internacional. Primero, transparencia en la compra de recursos. Segundo, reducir la venta de armas. Tercero, obligar a que haya un certificado para la exportación de recursos naturales. Cuarto, prestar ayuda financiera finalista. Quinta, definir una serie de normas. Sexto, limitar los daños medioambientales.
  6. Salvar el planeta – El tema medioambiental afecta tanto a países desarrollados como a los no desarrollados. Hasta ahora la globalización no ha sido capaz de gestionar adecuadamente esta cuestión. El problema es que el medio ambiente es común, por lo que hay dos soluciones: privatizarlo o usar el control social. El protocolo de Kyoto está pensado para los países ricos, ya que obliga a todos a volver a 1990. La alternativa es hacer que todo el que contamina pague proporcionalmente por ello.
  7. La corporación multinacional – Las corporaciones, en su búsqueda de obtención de beneficios, han favorecido a los países menos desarrollados llevándoles prosperidad, pero también los han perjudicado en numerosas ocasiones (Bhopal, Exxon Valdez, Wal-Mart, etc.). Solución: Primero, admitir y trabajar con la base de la RSE (Responsabilidad Social de la Empresa). Segundo, limitar el poder (tamaño, posición en los mercados) de las corporaciones. Tercero, mejorar la gestión de las corporaciones. Cuarto, leyes globales en una economía global. Quinto, reducir el alcance de la corrupción.
  8. La carga de la deuda – La deuda externa plantea un gravísimo problema a los países en vías de desarrollo, ya que hace que todos sus recursos salgan del país. El tema es que han pedido dinero y ahora se ven expuestos a los tipos de interés crecientes, devaluaciones, etc. Causas: excesivas peticiones, pero también excesivas concesiones de préstamos, subidas de tipos de interés, eventos imprevistos. Solución. Primero, condonar la deuda y no prestar tan alegremente en el futuro. Especialmente, no obligar a devolver los préstamos de la “deuda odiosa”, la solicitada por regímenes totalitarios para mantenerse en el poder; al no pagar esta deuda, queda claro que en el futuro no se harán préstamos de este tipo. La condonación no puede ser a costa de querer dirigir el país.
  9. Reformar el sistema global de reservas – Actualmente, los países más pobres prestan dinero (es la forma de tener reservas) al país más rico a un interés del 1%. En vez de que el dinero fluya de los ricos a los pobres y el riesgo de los pobres a los ricos, sucede justo al contrario. La exigencia de contar con un sistema de reservas tiene un coste de oportunidad brutal para los países en vías de desarrollo. Solución: reservar el sistema global de reservas. Para ello, o bien tener dos monedas globales (no sólo el dólar) o bien crear un dólar global para que todos tengan sus reservas en esa moneda.
  10. Democratizar la globalización – Ante los evidentes problemas que arrastra consigo la globalización, hay tres soluciones: aceptarlos, rebelarse o aceptarlos tratando de modificarlos para minimizar su efecto. En general, no ha habido organismos transnacionales que hayan hecho bien su trabajo por el bien de los más desfavorecidos. En el futuro, los organismos internacionales deben ser más transparentes, más participativos. Además se debe llegar a un nuevo acuerdo social global que favorezca a los países más pobres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La globalizacion ya no es cuestión de asimilarla o no, hay que somatizarla. saludos