viernes, 4 de julio de 2008

Campus de excelencia 2008, Temática

Como comentaba en el post anterior dedicado al Campus de Excelencia 2008, no tuve la oportunidad de estar en las anteriores ediciones del evento, por lo que no sé si la temática de este evento fue la misma que la de eventos anteriores. Este año, todo giró en torno a la necesidad de cambiar las reglas que gobiernan el mundo, desde los puntos de vista social y económico.

Desde la interesante, aunque excesivamente-laaaaaaaaaarga charla inicial de Bernardo Kliksberg hasta el contenido de varias de las mesas redondas todo giraba en torno al mismo tema. El mundo hoy es excesivamente injusto, estamos dejando fuera a demasiados actores, las empresas no se comportan adecuadamente, los directivos buscan su propio beneficio en demasiadas ocasiones, África sigue llorando sin que le hagamos excesivo caso.

De cara a las empresas, la gran conclusión es la necesidad de implantar cuanto antes los mecanismos de Responsabilidad Social Corporativa y que estos mecanismos sean reales, no simples papeles mojados que todos firman porque quedan bien pero nadie utiliza realmente en la práctica. De cara a los directivos, la necesidad de, en línea con lo encomendado a las empresas, garantizar la ética en sus actuaciones, la búsqueda de la maximización del beneficio social por encima del económico exclusivamente. De cara a la sociedad, volver la vista a los menos desfavorecidos. Tratar de ayudar pero haciéndolos partícipes, no con grandes planes Mr. Marshall. Juan Manuel Pardellas escribió este artículo en el Canarias 7 hace unos días, recomiendo su lectura: “Campus del Sur”.

Quizás la gran duda al final del Campus es qué es ético y qué no es ético. En las distintas conversaciones tuvimos sobradas oportunidades de debatir sobre el tema y me resultó interesante comprobar lo que ya podíamos imaginar: la misma acción es considerada totalmente contraria a la ética por un europeo pero es aceptada como correcta desde el punto de vista ético por un estadounidense. Es evidente que robar no está bien. Es evidente que ayudar al prójimo está bien. Pero, ¿cómo hacemos para clasificar todo lo que queda en medio de ambos extremos? ¿Hasta dónde puedes aumentar tus precios aprovechándote de las ineficiencias del mercado? ¿Es correcto querer recuperar las inversiones hechas en el desarrollo de una vacuna en los primeros años de su venta (tal y como se hace en muchos sectores como el tecnológico) aunque haya gente que esté muriendo por no tener acceso?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Suena extraordinariamente interesante lo que comentas. Es interesante que se hablen de esas cosas, y que sean personas que tienen las capacidades para solucionarlas; es interesante que sean personas de distintos países, culturas y realidades, que nadie se quede fuera; es interesante que se haga aquí, en Canarias, un evento de esta magnitud e importancia para nuestro mundo...
Creo que si el hombre se pone a pensar y se empeña en conseguir un mundo más justo puede ser posible.
Freya

Anónimo dijo...

Querido Jacques:

Como bien comentas, existe una necesidad imperiosa de cambiar las reglas de juego de la economía mundial. A todos nos remueve la conciencia cuando nos restriegan por la tele de plasma la miseria y la necesidad extrema a la que se enfrentan a diario millones de personas a lo largo y ancho de este planeta.

Pero la conciencia también hace economía, por lo que minimiza situaciones desagradables y maximiza el descanso emocional, y para ello le ordena al dedo cambiar el canal y a otra cosa, mariposa. Empero, algo queda de desasosiego y de culpa como residuo en la cabeza. Ante la impotencia de la acción individual nos refugiamos en la inactividad de los gobiernos, en la ferocidad de las políticas empresariales ajenas y en algo que no entendemos muy bien pero que dicen por ahí que es la culpable de todos los males. Globalización creo que la llaman.

Querido Jacques, yo no creo que haya que irse a África para ver de cerca la miseria, ni que tengamos que acudir al Norteamericano medio para definir la insolidaridad. Basta con asomarse a las opiniones que vierten nuestros vecinos, canarios de pro, gente orgullosa de sus raices y de su tierra que no duda en apuntarse a la alarma social que provocan cuatro desgraciados llegados en cayuco. Devotos de la canariedad que opinan que se les está robando su identidad porque los negros afean nuestro entorno privilegiado de sol y playa.

Esta es la época que nos ha tocado vivir, amigo Jacques. Al canario con ADSL se le ha olvidado lo que significa emigrar. Se ha convertido en el nuevo rico que ve un agravio para su tierra el bocadillo y la camiseta que se le dá al inmigrante cuando llega en el cayuco. El canario moderno se enorgullece de su hospitalidad y le rinde pleitesía al inmigrante europeo, rubio y adinerado, al tiempo que le niega los más elementales derechos al desgraciado que viene huyendo de la misera y la muerte segura. El canario opinador considera que las deficiencias sanitarias, educativas y sociales de su querida tierra están causadas por los negros, moros y sudacas que vienen a expoliarle sus servicios y su bienestar.

Amigo Jacques, el canario comentarista de los periodicos compra ropa de marca fabricada en china, consume electrodomésticos manufacturados con mano de obra infantil, echa gasolina comprada a paises con gobiernos corruptos en su coche de marca. El nuevo canario se beneficia enormemente de la economía neoliberal que tanto critica, pero le molesta cuando alguien se lo recuerda.

Yo me pregunto: ¿Con qué moral podemos exigirle a nuestros gobiernos solidaridad con los más desfavorecidos? Al fin y al cabo, éstos son reflejo de sus votantes, o sea, nosotros. Me gustaría conocer los votos que obtendría un partido aspirante al gobierno si propusiese subir a cada contribuyente 10 euros en su IRPF para aliviar la pobreza en el mundo.

Saludos.